Los
avances de la tecnología, como es el caso del Internet y ahora las redes
sociales, han abierto nuevas formas de comunicación. Hoy, los periódicos, las
empresas, los políticos, las instituciones, los museos y todo tipo de público,
también la Iglesia y sus distintos grupos se encuentran en las redes sociales.
El crecimiento de estos espacios son fruto de la interacción humana pero, a su
vez, dan nueva forma a las dinámicas de la comunicación que crean relaciones y
todo es parte de la realidad cotidiana de muchos, y especialmente de los
jóvenes.
Facebook,
Twitter, Instagram, YouTube, Snapchat, entre otros, son “las nuevas plazas”
como lo define el Papa Francisco en su Mensaje para la 50ª Jornada Mundial de
las Comunicaciones Sociales, donde encontramos a la mayor parte de los jóvenes,
quienes explotan y exploran estos círculos, lo que ha generado una “cyber
cultura”, pues se trata de nuevas formas de interactuar, de acceder a la
información y comunicarse.
Las
redes sociales son herramientas muy prácticas y cómodas para hablar con los
amigos, saber qué ha sido de sus vidas, a través de ellas se pueden encontrar
personas que quizá estaban ya en el olvido o gente con la que hace mucho no nos
hablábamos, compañeros de primaria que ahora viven en otras ciudades o ambientes,
etc. En las redes, pueden subirse fotografías y comentarlas, subir vídeos y
conocer a amigos de nuestros amigos.
Frete a toda esta maravilla (y otras) de posibilidades, las redes han ido
extendiéndose no sólo al público joven, sino que últimamente muchos adultos han
comenzado a entrar a estas comunidades virtuales.
Es
muy notorio también que sobre el uso de estos medios de socialización se
presentan retos éticos y morales a la hora de establecer relaciones personales.
Muchos jóvenes en su comportamiento en las redes sociales se presentan como
verdaderos desconocedores de Cristo. Las formas de expresarse, los comentarios,
fotos de mal gusto, los grupos inmorales a los que se integran, algunos de
ellos esotéricos, agnósticos, paganos, sexuales, dejan mucho que desear de su
comportamiento cristiano. El permisivismo y la mala educación en el trato y el
lenguaje provocan una sub cultura de discriminación y hasta de ofensas graves.
El lenguaje adulterado, las palabras anti sonantes, el morbo, la vanidad y
sobre todo los comentarios subidos de tono, hacen que las redes sociales se
conviertan, en algunos casos, en un mundo egoísta, perverso y descompuesto.
Muchos son los que utilizan sus fotografías para presumir sus actos
equivocados, desviados, haciendo alarde de diversos tipos de desfachatez que
provocan que estos actos poco a poco se vean “normales” frente a la juventud de
ahora.
Los
jóvenes, sobre todo los que en sus vidas han tenido una experiencia de Dios, y
han hecho una opción de vida por Él, encuentran un nuevo modo de peligro
respecto a su fe y costumbres, pues ante el semi-anonimato que el Internet
presenta, tienen la tentación de adquirir una doble moral: por una parte,
sentirse “amigos de Jesús” públicamente o en sus parroquias, y por parte mostrarse
“diversos” frente al uso de estos medios.
Por
eso, cada joven que ha conocido al Señor y quiere que sea importante y el
centro de su vida, debe hacerlo también Señor de su diversión, centro de sus
amistades y sus relaciones, centro de sus pensamientos y sentimientos. Las
redes sociales deben convertirse en “plazas” auténticas, nuevos espacios y
nuevas oportunidades desde donde llevar y anunciar el Evangelio.
Cristo
debe hacerse presente en Internet con todo su poder y su Amor. La misericordia
de Dios y su mano bondadosa deben alcanzar también a los jóvenes a través de
las redes sociales. Cada joven católico puede convertirse en un maravilloso
faro de luz, dando testimonio de Cristo ante los demás por su forma de
comportarse, relacionarse con el otro, con sus palabras, gestos, comentarios y
en cada acción, irradiar que realmente es joven de Cristo. Los jóvenes pueden
hacer de sus relaciones humanas en el Internet un auténtico apostolado para que
muchos alcancen, por su testimonio, un encuentro con el Amor de Dios. Cada uno
puede ser auténtico apóstol en esta era digital. Porque en las redes sociales
también somos de Cristo.
Pbro.
Winder Morales
Colaborador
Equipo
de Comunicación PJA